De la escultura griega se han conservado pocas obras. La mayoría de las piezas que han podido estudiarse son copias romanas cuya calidad se supone inferior.
El interés de la cultura griega por alcanzar la perfección, el ideal de belleza platónico, lleva a los escultores a buscar el equilibrio, la armonía y el dominio técnico a través de distintas fórmulas que irán evolucionando hasta el siglo II a.C.
La escultura griega se puede dividir en tres grandes etapas: arcaica, clásica y helenística.
El estilo arcaico está caracterizado por la representación de los jóvenes atletas vencedores en los juegos. Se trata de figuras rígidas que con el paso del tiempo alcanzan mayor dinamismo.
Kuroi: los atletas, cuyo singular es kuros. Aparecen desnudos, siendo su anatomía el principal reto del escultor. Los labios se arquean hacia arriba resultando la llamada sonrisa arcaica mientras que sus ojos son abultados. Su cabellera en zig-zag cae sobre los hombros. A medida que avanza el tiempo se manifiesta un mayor conocimiento anatómico y aumenta la expresividad del rostro.
Korai: las muchachas, cuyo singular es kore. Se representan vestidas, ya que solían representar a sacerdotisas. Pero siempre con la sonrisa arcaica y el cabellos rizado.
En este período se introdujo el concepto de "contrapposto. Se trataba de una posición por la cual la escultura se apoyaba totalmente sobre una pierna, dejando la otra libre. Con esto se consiguió que el principio del dinamismo cobrara forma en las representaciones de atletas en plena acción. Algunos de los grandes artistas del clasicismo fueron Policleto, Mirón, Praxíteles y Fidias y Lisipo.
Doríforo
Durante el período helenístico (siglo III a. C.) se enfatizaron y sofisticaron las formas heredadas del clasicismo. Así, producto de esta adaptación, surgieron obras de inigualable monumentalidad y belleza, como "El coloso de Rodas", de treinta y dos metros de altura.
Laocoonte y sus hijos
El discobolo
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